27 de marzo – Día mundial del teatro

El Día Mundial del Teatro, creado en 1961 en Viena por el Instituto Internacional del Teatro (ITI), se celebra anualmente el 27 de marzo tanto por los centros ITI como por el conjunto de la comunidad teatral internacional. El ITI es una de las más importantes organizaciones no gubernamentales internacionales en el ámbito de las artes del espectáculo. En la actualidad existen centros ITI en un centenar de países. Para señalar la ocasión se organizan diversos eventos nacionales e internacionales.
Uno de los más importantes es la difusión de un Mensaje Internacional, escrito, a invitación del Instituto Internacional del Teatro, por una personalidad del teatro de talla mundial.
Este año, el reputado director teatral Robert Lepage (Quebec, Canadá) nos relata una fábula sobre el nacimiento del teatro para sosegar a quienes temen recurrir a la tecnología sobre las tablas.


“Existen varias hipótesis sobre el origen del teatro, pero la que más me interesa es la que adopta la forma de una fábula:
Una noche, en tiempos remotos, un grupo de hombres se reunieron en una cantera alrededor del fuego a contarse historias. De pronto, uno de ellos tuvo la idea de levantarse y utilizar su propia sombra para ilustrar el relato. Ayudado por la luz de las llamas, hizo aparecer sobre los muros de la cantera personajes más grandes incluso que los reales. Paso a paso, los asistentes, maravillados, fueron distinguiendo al fuerte del débil, al opresor del oprimido, al dios del mortal.

En nuestros días, la luz de los proyectores reemplaza el fuego del comienzo y la maquinaria teatral los muros de la cantera. Y aunque desagrade a ciertos puristas, esta fábula nos recuerda que la tecnología se encuentra en el origen mismo del teatro y que no debe en ningún caso percibirse como una amenaza, sino como un elemento unificador.
La supervivencia del arte teatral depende de su capacidad de reinventarse integrando nuevos elementos y lenguajes. De no ser así, de no dar prueba de apertura ¿cómo podría el teatro continuar siendo testigo de los grandes desafíos de nuestro tiempo y promover la comprensión entre los pueblos? ¿Cómo podría jactarse de ofrecer soluciones a los problemas de intolerancia, exclusión y racismo si en su propia práctica rehusara todo mestizaje e integración?
Para representar el mundo en toda su complejidad, el artista debe proponer nuevas ideas y formas y tener confianza en la inteligencia del espectador, capaz, por su parte, de distinguir la silueta de la humanidad en su perpetuo juego de luz y de sombras.
Es verdad que de tanto jugar con el fuego el hombre corre el riesgo de quemarse, pero también es cierto que con él puede tentar la suerte de deslumbrar e iluminar.”

Robert Lepage, Quebec, 17 de febrero de 2008 _

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No sé que decir

No sé que decir (o el arte de decir cantando)
Espectáculo teatral, viernes y sábados en el Teatro de la Comedia, Rodríguez Peña 1062
por Ximena Biosca

Exponente de un género difícil de definir, el de la “improvisación musical”, a media agua entre el stand up y el teatro musical, este espectáculo propone cambiar las reglas y simplemente, improvisar cantando, con la sola estructura de un puñado de elementos temáticos, proporcionados por el azar y por el público (el componente azaroso por excelencia de todo espectáculo).
La dificultad (que es también la razón de su encanto) proviene justamente de la diversidad y la mezcla, ya que se incluyen elementos de comedia musical, de match de improvisación, de recital de música en vivo (la presencia del piano), de vaudeville (caracterizado por su ritmo frenético y ajustado) y la estética minimalista del stand up que recurre a unos pocos objetos, todo ensamblado con un humor "fino" que en este caso, y a pesar de que el espectáculo se hace y se ajusta por medio de la participación del público, no se "mete" ni incomoda al espectador (no lo agrede, no lo cohibe). En el escenario cinco actores/cantantes, Mariela Cantor, Virginia Kaufmann, Javier Zain, Darío Levenson, Fabián Suigo y Carlos Gianni al piano, involucran al público invitándolo a formar parte de este juego en el que ellos “no saben qué decir”, por lo que necesitan su complicidad y participación.
Una presentación cantada, bailada, actuada, pero no improvisada, explica el mecanismo de la obra en cuestión y luego se suceden las 15 escenas, que desde la primera, realizada en base a “textos” aportados por el público desde sus carteras y bolsillos (volantes, facturas, paquetes de pañuelitos, etc.) es un despliegue de creatividad y virtuosismo en el oficio. Precisamente, ¿cuál parece ser el objetivo de este espectáculo realmente distinto que le da a la cartelera porteña otro toque más de eclecticismo?. Bien podría ser el mostrarle las pericias del oficio de actor, sus habilidades, la exhibición de sus ejercicios de formación, ya que explora algunos de los componentes básicos de la acción teatral: reduce a un mínimo los elementos para mostrar el poder de la actuación, la fuerza de las escenas, su capacidad de despertar la participación imaginativa, con la “suspensión de la incredulidad”.
En este sentido Carlos Gianni (reconocido profesional especialista en teatro musical para chicos y tandem de Hugo Midón en todos sus reconocidas puestas teatrales) es el interlocutor y director perfecto para este juego, ya que con su piano va recorriendo los más diversos rítmos musicales –folklore, tango-pop, internacional-, ajustándolos en las distintas escenas de acuerdo a los textos creados por los cinco dúctiles actores/cantantes/bailarines que se mueven como “pez en el agua”, afrontando las distintas escenas con gozosa soltura.
En definitiva NO SE QUE DECIR, es una propuesta original y creativa que invita al juego para todos, adentro y afuera del escenario, y nos hace participar en los placeres del proceso creativo del artista.